Hacía mucho que lo
sabían. La tecnología de que disponían era muy avanzada, los cálculos muy
precisos y no había ningún precedente de fallo en las predicciones realizadas
con anterioridad.
Fue muy duro dar
la noticia a la población y lo demoraron cuanto pudieron, pero una vez seguros
no hubo más razones para postponer lo inevitable y tenían derecho a saber: el
fin del mundo estaba próximo.
A pesar de ser una
sociedad muy desarrollada no todos los conciudadanos estaban tan maduros y en
completa paz interior como para aceptarlo con naturalidad, pero había un cierto
tiempo para ayudarles, es lo único que podían ofrecerles ya. Por esa razón se
habilitaron miles de gabinetes psicológicos en todo el planeta, se abrieron las
puertas de modo gratuito a cada centro de relajación y bienestar disponible y
se hizo todo lo posible para que la meditación y el conocimiento pleno fueran
accesibles a todos sin excepción. Al fin y a la postre no había motivos para
racionar dinero o recursos públicos pues nadie iba a sobrevivir.
A nivel particular
los habitantes de ese planeta enfermo y con fecha de caducidad también hicieron
algunos preparativos para la despedida. Ya habían pasado por la huida del
desastre ecológico definitivo en muchas ocasiones, en muchos otros planetas, y
al llegar a la Tierra habían decidido por unanimidad que no la abandonarían
nunca. Estaban cansados de esquivar al destino y faltos de fuerzas, así que
aunque procurarían sobrevivir a toda costa, aceptarían lo que tuviera que venir
sin buscar destinos alternativos. Fue la aceptación libre y voluntaria de esa
realidad la que les confirió a su existencia lo valioso de todo aquello que se
sabe precioso y efímero.
En cuanto la
noticia fue de dominio público se dispensó a todos los trabajadores de acudir a
sus puestos. La tecnología de que disponían y los voluntarios, que no faltaron, podían encargarse de que todo
funcionara correctamente el tiempo necesario y se consideró mucho más
provechoso que las personas pasaran el tiempo con sus familias, o acudiendo a
los centros de relajación, o haciendo esas pequeñas cosas que habían estado
postponiendo y que no tendrían más oportunidad de llevar a cabo. Incluso hubo
familias que se reunieron al completo después de años.
Fueron días muy
animados en todo el planeta, como un domingo prolongado por dos semanas. Había
algunos que estaban tristes, pero la mayoría disfrutaban de su tiempo sacando
lo mejor de sí mismos para marcharse con sensaciones positivas en su corazón.
Cuando lo
inevitable llegó, estaban en paz con la Humanidad y con el Planeta.
-
¿Y ya
está?
-
Sí, ya
está.
-
Bah,
eso son tonterías, los humanos no somos así. Nos habríamos puesto enfermos de
desesperación, habríamos intentado sobrevivir aún a costa de pisar al vecino,
habría habido robos, vandalismo, habríamos destrozado el planeta con nuestras
propias manos incluso antes del Final Verdadero.
-
Quizás
tengas razón. Por eso es un cuento… Te dejo a ti la moraleja, pero creo que ya casi la has descubierto.
Julia C. Cambil
Código: 1505013989896
Fecha 01-may-2015 2:30 UTC
Licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0
Julia C. Cambil
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