Prefería las partituras alegres, pero
era capaz de esconderse en cualquiera de ellas con tal de que cumplieran una
única condición: que describieran música salida del alma.
No era una musa, ni un hada. Era
sencillamente Trisla, la criatura de los pentagramas.
Ningún músico la había visto nunca, así
debía ser si quería seguir existiendo en el mundo de los mortales. Pero algunos
compositores especialmente sensibles habían notado las sutiles caricias que
Trisla sabía hacerles en el alma cuando de su inspiración surgía música
realmente excepcional.
Así fue por siglos, hasta que un buen
día esta criatura imprevisible fue a asomarse al pentagrama de un joven autor.
Aún era novel y no estaba especialmente dotado, aunque ponía tanto empeño y
tanto amor en su trabajo, que ella no pudo evitar sentir la llamada. Para su
desgracia, en cuanto vio su rostro, Trisla se enamoró perdidamente de él.
La historia cuenta que desde ese momento
no hubo más música para ella y que se quedó a su lado intentando con todas sus
fuerzas que fuera cada día mejor. Pero los humanos son inconstantes y un buen
día el joven dejó de componer.
Trisla desapareció para siempre en el
silencio…
Julia C. Cambil
Código: 1504123823311
Fecha 12-abr-2015 5:29 UTC
Licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0
Julia C. Cambil
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