jueves, 14 de mayo de 2015

Rosa Blanca - 1896 - Primavera - Julia C. y Laura Mir



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1896 (Primavera) - Parte IV

Aunque aún apenas había comenzado a amanecer, ya se adivinaba en el cielo que sería una preciosa jornada de primavera. Era la estación preferida de Rosa porque, quizás marcada por su propio nombre, se sentía reverdecer y una inusitada energía la invadía como por encanto.


Tenía trabajo que hacer, como de costumbre, y se dispuso a hacerlo sin tardanza apenas se hubo aseado y desayunado. El humilde taller de costura que atendía con su madre había prosperado mucho en los últimos tiempos, y ahora era un local de varias piezas, acogedor y soleado, donde trabajaban confortablemente. Incluso contrataban a algunas chicas para que les echaran una mano en épocas de festejo, cuando todas las mujeres querían estrenar vestido. 


Hoy era un día especial, se esperaba la llegada de una gran dama que tal vez, si se sentía complacida con su forma de trabajar, haría algún pedido. Era como un sueño, una oportunidad estupenda para promocionarse entre la alta sociedad. Rosa cosía aquel encaje en los puños de tafetán azul y dejaba ir la mente hacia un halagüeño futuro donde quizás podría trasladarse con su familia a una parte mejor de la ciudad. ¡Soñar era gratis!


La mañana avanzó entre hilvanes, pespuntes e ilusiones, hasta que llegó el momento y le anunciaron que la rica heredera había llegado. Rosa respiró profundo, alisó su talle nerviosamente con las manos y salió a recibirla. 


No creía haberla visto nunca con anterioridad, pero algo en las hermosas facciones de la joven le resultó extrañamente familiar. La observaba caminar entre rollos de tela con innata elegancia y cierto desdén, pero aún así se sintió irremediablemente fascinada por ella. Rosa le mostraba el género y trataba de adivinar los gustos de su posible clienta, pero la otra no parecía impresionada con nada de lo que veía, hasta que posó la vista en un vestido rojo vino que había colgado, aún sin terminar, en el vestidor. Insistió en probárselo aunque fuera para otra clienta,  acostumbrada como estaba a que la complacieran, y la afable Rosa accedió.


No podía creer lo que estaba viendo, era del todo imposible. ¿Qué probabilidades había de que aquello fuera obra de la casualidad? Al desvestirse la futura marquesa su blanca piel, ahora expuesta en la espalda, mostró una mancha rosada en forma de trébol, justo entre los omóplatos. Era idéntica a la que Rosa tenía de nacimiento y estaba en igual posición. A la mente le vinieron las noches de infancia en que su madre le cepillaba el cabello incansable y le contaba historias acerca de lo afortunada que sería en la vida gracias a esa marca con que el destino la había señalado.


Tanta fue la insistencia de la chica mirando hipnotizada aquel hallazgo, que la heredera terminó por advertirlo y le preguntó molesta si le pasaba algo. Sus miradas se cruzaron en un instante de pupilas teñidas de idéntico verde y Rosa compartió con ella su asombroso descubrimiento. También el vuelco que dieron sus juveniles corazones fue compartido.

Continuará...

Julia C.  

Código: 1505144094155
Fecha 14-may-2015 23:52 UTC
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