sábado, 5 de septiembre de 2015

Tratamiento de belleza



Destapó el frasco con parsimonia y se lo acercó a la nariz. Elena era fácilmente impresionable, y como la etiqueta aludía a placeres y aromas orientales, ella pudo reconocer al instante la esencia de argán. Cualquiera diría que le resultaba la más familiar del mundo. Se deleitó unos instantes, sonrió y comenzó a sisear dentro de la ducha de aquella forma tan suya.

Era un juego, los dos lo sabían. Era el modo en que reclamaba la presencia de su amante anticipando que tenía algo “divertido” en mente. El, siempre solícito cuando de ser su cómplice se trataba, no tardó ni un minuto en hacer acto de presencia en el dintel de la puerta del baño.

- ¿Me llamabas, nena? ¿Necesitas algo? – en su voz ya se adivinaba el interés por seguirle la corriente y descubrir lo que realmente deseaba –.
- Quizás… ¿estabas muy ocupado?
- Muchísimo, enfrascado en el ordenador con mil informes inaplazables.
- Vaya, cuanto siento haberte interrumpido. ¿Entonces no tienes tiempo de probar esto conmigo? – le mostraba el envase por encima de la mampara –.
- No sé lo que es “esto”, pero por supuesto que no.

Al tiempo que decía estas palabras ya estaba despojándose de la ropa, con la vista fija en la silueta curvosa que el cristal traslúcido insinuaba. Todo eran risas y picardía.

- Ya que has sido tan amable y me has hecho un hueco en tu agenda, te voy a recompensar con una exfoliación que no olvidarás. Nunca te lo harán mejor en ninguna cabina de tratamiento ni en ningún spa. ¿Estás preparado?
- Preparadísimo, aunque no tengo ni idea de lo que es eso de la exfoliación.
- Ni falta que te hace, tú déjame a mí.

Elena mojó el cuerpo de Héctor con verdadera dedicación, bebiendo a ratos de los regueros que corrían por su pecho, lamiendo las gotas apenas tibias y erizándole el vello. Después tomó un poco del exfoliante color barro entre sus manos y comenzó a masajearle con él el torso, los brazos, la espalda. Eran caricias rugosas, pero también muy estimulantes. Le pidió que cerrara los ojos y se concentrara solamente en lo que sentía mientras ella aplicaba diferentes grados de presión sobre la piel. Un suave olor dulce impregnaba ya toda la habitación.

Después le acercó el frasco y recogiéndose coqueta la melena en la nuca, le pidió que hiciera otro tanto con su cuerpo. Disfrutó de las manos grandes y vigorosas de Héctor paseando sobre su anatomía. Suaves ronroneos que no supo contener hacían de banda sonora para el deseo que poco a poco se iba desperezando entre ellos. 

La curva de su espalda, la redondez de sus hombros, los blancos senos, el terso y cálido abdomen, los muslos… fue especialmente cuidadoso porque, como ella le había advertido al comienzo risueña, se trataba de retirar células muertas, no tiras de piel tal cual. Lo que se había planteado como una tarde de trabajo en casa estaba resultando mucho más relajante de lo previsto, pensó Héctor.

Tras aclararse bajo el chorro de agua abrazados como un solo cuerpo, tras regalarse besos y mordiscos en los labios mojados, tomaron sus albornoces y se dirigieron a la cama. El tratamiento de belleza había terminado, pero no la diversión…

Julia C.



Código 1509055104293
Fecha 05-sep-2015 21:00 UTC

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