domingo, 20 de diciembre de 2015

Una historia real del 2015 y una felicitación

Felicitación Navidad


Este post no es para contaros una historia de ficción cualquiera, como suelo, sino para contaros un poquito de una historia muy real y muy mía en la que muchos de vosotros sois también protagonistas.

Dentro de nada me iré a Granada, mi ciudad natal, a pasar la Noche Buena y el día de Navidad con mi familia y la de mi marido. Aunque a veces me agobie un poco y sienta que me falta el tiempo, lo cierto es que estoy felizmente ocupada con los preparativos. Y después tendré en casa de visita a una de mis hermanas, que es más bien mi amiga del alma. Sólo le llevo veinte meses y la verdad es que desde que tengo uso de razón lo hemos compartido todo, incluido el dormitorio cuando éramos crías. La echo mucho de menos y cuando está en casa, afortunadamente nos visita varias veces a lo largo del año, procuramos aprovechar muy bien el tiempo.

Así las cosas, creo que no estaré por “aquí” durante unos pocos días y que ya será otro año cuando vuelva.

Por eso no quiero dejar de felicitaros las fiestas ahora que tengo ocasión, desearos lo mejor de lo mejor en el 2016 y daros las gracias por todo lo que me habéis aportado en el 2015.

No voy a dar nombres porque seguro que me olvidaría injustamente de alguien, pero espero que vosotros sepáis reconoceros en esta historia en la que sois “protas”.

Gracias a l@s que me habéis acompañado en cada publicación y me habéis animado a seguir con vuestros comentarios siempre constructivos y cariñosos. Y a l@s que tan generosamente me habéis tenido en cuenta para tantos y tantos premios. Podéis estar seguros de que tienen un lugar privilegiado en mi corazón de escritora.

Gracias a l@s que me habéis hecho tomarle el gusto a leer reseñas de libros. Las hacéis tan bien y ofrecéis una perspectiva tan fiable de lo que encierra cada obra, que no solo es un disfrute leeros, sino que me servís de guía excepcional a la hora de elegir mis lecturas desde hace un tiempo.

Gracias a mis Herman@s de Letras, con quienes he escrito relatos a medias y de quienes tanto he aprendido.

Gracias a l@s que destiláis dulzura y calidez en cada letra, bien sea en vuestras publicaciones o haciendo comentarios en las publicaciones de los demás. Confieso que me hacéis saltar las lágrimas con frecuencia; aunque no pueda veros ni a lo mejor conozca vuestro rostro siquiera, siento que estáis muy cerca de mí.

Gracias a l@s que compartís con nosotros pedacitos de vuestra vida o experiencias personales a cada post. No hay una forma más generosa de daros ni más enriquecedora para los demás de conoceros.

Gracias a l@s que hacen del humor su forma de comunicación en este medio y nos regalan sonrisas, buen rollo y una forma optimista de percibir e interpretar la vida. ¡Qué gran regalo para los que os leemos!

Gracias a l@s que me inspiráis con vuestra gran cultura y me hacéis desear saber más, tener más inquietudes, parecerme un poquito a vosotros, aunque sea en sueños. Me siento muy pequeñita a vuestro lado, pero eso me motiva para “crecer”.

Gracias a l@s que siempre tenéis la mano tendida para ayudar, sin esperar nada a cambio. Dicen que internet es un mundo frío y muchas veces interesado, pero esa perspectiva no tiene nada que ver con la experiencia que vosotros me aportáis.

Gracias a l@s que tenéis el don de enamorar con vuestras historias, de acariciar los sentidos, de poner a bailar las neuronas y el corazón, y no os lo guardáis para vosotros solos. Enriquecéis nuestro mundo real con otro paralelo donde lo más inverosímil puede suceder. Nos pemitís volar y soñar despiertos.

Creo que nada más, porque a estas alturas ya no veo muy nítida la pantalla y mi camiseta luce los efectos de una saludable llovizna salada.

Os dejo un abrazo inmenso y espero que nos podamos seguir leyendo el próximo año. A mí ya me habéis regalado un 2015 maravilloso.

¡¡Feliz Navidad!!

Julia C.

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martes, 15 de diciembre de 2015

Malena es nombre de mujer (V)

“El universitario” y “la Malena”, como todos les llamaban por aquellos lares, hacían una buena pareja. No solo eran amantes, sino también unos estupendos cómplices en los negocios. El aportaba al tándem su innato aire de autoridad, sus conocimientos y su olfato para saber de dónde se podían sacar sustanciosas tajadas sin muchos riesgos con la ley y ella, por su parte, era el hermosísimo y sagaz halcón que vigilaba sus espaldas. Tonio, lejos de mantener a Malena al margen de sus actividades, contaba siempre con su opinión y beneplácito. La respetaba por su evidente inteligencia y la deseaba desesperadamente por su tentador cuerpo.

A algunos de sus colegas nunca les hubiera parecido bien ver implicada a una mujer en asuntos de hombres, pero no les quedó más remedio que cambiar de opinión porque la mujer en cuestión era Malena. Su enigmática sonrisa y el dulce perfume que desprendía su sinuoso caminar podían terminar con las reticencias de cualquiera. Además, la chica había demostrado en más de una ocasión que tenía la cabeza bien amueblada y que era capaz de estar a la altura si la situación lo requería. Si a Tonio le parecía bien que ella estuviera al cabo de todo, a ellos también.

Por aquel entonces la pareja ya había dejado su primer apartamento y se había mudado a otro mejor situado y más espacioso. Ya no tenían que dormir donde mismo comían y hacían la vida; ahora contaban con un salón, dos dormitorios, una cocina, un espacioso baño bastante decente y hasta un pequeño despacho. Era la muestra evidente de su creciente prosperidad.

No era casualidad que el piso elegido tuviera dos dormitorios. Tonio puso mucho empeño en ello porque estaba deseando tener un hijo con Malena. Aunque echaba de menos a sus padres, lo cierto es que jamás intentó retomar el contacto con ellos; y con esa espinita clavada pensaba, en su fuero interno, que si creaba su propia familia, ya les habría demostrado con creces que estaban equivocados en todo. Sin duda él sabría hacerlo mejor como padre y estaba deseando ponerse manos a la obra.

Malena en cambio, que a esas alturas era ya una mujer hecha y derecha, madura psicológicamente por necesidad y rotunda en sus formas por gracia de la Naturaleza, tenía clarísimo que nunca traería un hijo al mundo. Ella había salido adelante arañando y pataleando, pero nunca pondría a prueba ni sometería a semejantes esfuerzos a sus propios hijos. No, ella nunca tendría descendencia. ¿Por qué no podía Tonio conformarse con haber conquistado su amor sin reservas y disfrutar de lo que habían conseguido juntos?

Todo transcurría como la seda en la pareja hasta que salía el tema, un verdadero escollo insalvable que no admitía medias tintas y que conforme pasaba el tiempo era más difícil de soslayar, produciendo impaciencia en uno e irritación en la otra.

Conforme el mundo de Malena y Tonio se iba ampliando en todos los sentidos, nuevas personas entraron a formar parte de sus vidas. Y un lugar privilegiado lo ocuparon Gloria y Marcos.

Cuando se conocieron la pareja de hermanos estaba a punto de cerrar el bar que regentaban por problemas económicos. Tonio vio la oportunidad de ayudarles y beneficiarse a un tiempo y no lo pensó. Les prestó dinero para sanear sus cuentas, remodelaron el local para darle un aire nuevo y se convirtió en su proveedor de bebidas alcohólicas conseguidas a bajo precio. Era su socio en las ganancias y además se reservaba el derecho de usar el garito para ciertas actividades, quizás no legales, pero sí muy lucrativas. Todos contentos.

Lo cierto es que hubo buen entendimiento desde el principio y llegaron a convertirse en verdaderos amigos además de socios. Solo había un pequeño asunto que enturbiaba ligeramente la situación, y es que Gloria, por más que temiera a Malena, no pudo evitar enamorarse perdidamente de Tonio.


Marcos advirtió a su hermana claramente del peligro de aquel “encaprichamiento”, como él lo llamaba, pero el corazón de Gloria, por largo tiempo en sequía tras su temprana viudez, ya había sucumbido a los modales dulces y considerados del joven, a sus miradas color cielo y a su atlético caminar. No había consejo, por sensato que fuera, que pudiese borrar ni la atracción por Tonio y ni el odio creciente por Malena.

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Llovía a cántaros aquella noche. El limpiaparabrisas del coche batía con furia sobre el cristal, igual que su corazón dentro del pecho. Tras la discusión con Malena había salido a conducir un rato para calmarse, pero lo cierto es que su malestar y su ansiedad iban en aumento.

Tonio no comprendía por qué era tan tozuda aquella mujer, por qué no quería traer a este mundo a una criatura que fuera de ambos, fruto del amor que se tenían, y al que querrían y cuidarían como nadie había sido capaz de hacerlo con ellos. Durante un tiempo había albergado la esperanza de que terminaría por cambiar de opinión, pero ahora estaba convencido de que nadie la persuadiría, y eso le desesperaba y le enfurecía. 

Casi sin darse cuenta, sumido por completo en sus pensamientos y bien entrada ya la madrugada, estacionó el coche frente al “Luminous”. La costumbre de vigilar sus intereses, supuso. Ya estaba cerrado, pero se filtraban líneas de luz por las rendijas de la persiana echada; decidió entrar por la puerta lateral que daba al callejón con su propia llave. 

Encontró a Gloria rodeada de papeles, sentada en una mesa al fondo. Le pareció muy bonita bajo aquella luz, como si la viera por primera vez. Una desordenada y abundante cascada de cabello rubio le enmarcaba la cara y caía sobre sus hombros desnudos bien torneados. No se sobresaltó al verle, hacía falta mucho más que una visita inesperada para sobresaltarla, sino que le recibió con su felina sonrisa y un gracioso mohín de la nariz.

Gloria no hizo preguntas, no quería saber a qué debía su suerte. Lo único que le importaba es que Tonio estaba allí, con ella, y que estaban a solas. Estrenaron una botella de whisky que no tardó en estar medio vacía y charlaron amigablemente durante un buen rato; siempre había temas que tratar cuando se compartían negocios. Pero conforme el alcohol se mezclaba con la madrugada y extendía un velo de permisividad en sus mentes, fue inevitable entrar en temas más personales; las mutuas confidencias adquirieron un tinte bastante más íntimo. Estaban achispados, ambos cargaban pesar en sus corazones y en un descuido en que faltaron las palabras, comenzaron a hablar los cuerpos.

No puede decirse que fuera un acto de amor, no al menos por parte de Tonio, pero sí que fue balsámico para sus heridas. Los tímidos besos se convirtieron en torrente y tras ellos volaron las manos, ansiando calidez y acogimiento. La ropa se convirtió en un estorbo que había que superar y las pieles, envueltas en las sombras que proporcionaba la luz artificial, se fundieron en un jadeo compartido. Fue un sexo a ratos tierno y a ratos apasionado.

También fue un tremendo error para uno de ellos.

Julia C.

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sábado, 12 de diciembre de 2015

El villano de la Navidad

Papá Niel


Poca gente conoce la historia que os voy a contar, pero es importante que estéis avisados.

Papá Noel, todos sabemos quién es, tiene un hermano gemelo llamado Papá Niel. Ambos son rechonchos, rubicundos y de tupida barba blanca, y ambos gustan de hacer regalos a niños y mayores. La diferencia entre ellos está únicamente en el color de sus calzones térmicos y en la intención que ponen a la hora de hacer sus presentes.

Mientras que Papá Noel reparte sus encargos con la ilusión de agradar a sus destinatarios y de avivar en ellos la ilusión por la Navidad, Papá Niel fabrica dulces y golosinas que tienen en quienes las degustan justo el efecto contrario: se vuelven apáticos, descreídos y dejan de celebrar la Navidad argumentando mil excusas: que es solo un pretexto comercial para consumir, que no tiene ningún sentido, que los villancicos son cancioncillas odiosas, que detestan ser felices por imposición, etc, etc, etc. A buen seguro que todos conocéis a alguna persona que ha comido de estos dulces terribles.

El caso es que el hermano de oscuro corazón, disfrazado y confundiéndose con los muchos imitadores que tiene Papá Noel por ese tiempo, consigue infiltrar en tiendas y pastelerías sus semillas de desencanto bañadas en caramelo. Y suerte que el servicio de contra-desilusión funciona bastante bien, porque si no seríamos muchos más los que habríamos caído bajo el nefasto influjo de su obra.

Quizás os estéis preguntando por qué no se hace algo al respecto, por qué no se encierra a Papá Niel bajo llave, por ejemplo, para evitar sus fechorías. La respuesta es muy sencilla: Papá Noel confía ciegamente en que finalmente, a pesar de los obstáculos, vencerá el espíritu de la Navidad.

No importa cómo y ni de qué manera, pero las felicitaciones sinceras, la alegría contagiosa de los niños, los buenos deseos hacia el prójimo y la calidez de los corazones solidarios se convertirán en una cadena contagiosa. Y no habrá dulce emponzoñado capaz de anular su mágico efecto. Está en nosotros formar parte o no de esa cadena.

Yo solo os puedo dar este consejo: prestad atención a esta historia y no comáis demasiados dulces en Fiestas.

Julia C. 

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Fecha 12-dic-2015 11:00 UTC
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viernes, 11 de diciembre de 2015

Malena es nombre de mujer (IV)



Me gustaría dedicar este capítulo, con todo el cariño, a Sentir la Poesía. Ella es una fiel seguidora del relato y una persona sensible que con su fe inquebrantable en el amor, espera lo mejor para Malena y me hace esperarlo a mí también. 

Malena y Tonio


Los comienzos de toda pareja son los momentos más dulces y románticos en la relación, cuando el amor aún no ha sufrido desgaste alguno y la ilusión corre a raudales por las venas, como la misma sangre. Para Malena y Tonio las cosas fueron algo diferentes; ellos tenían muchos obstáculos que superar.

La chica contaba con unos escuálidos ahorros que había ido reuniendo a duras penas y él sacó lo que pudo vendiendo algunos efectos personales valiosos que ya no tendría ocasión de usar. Seguramente no iba a jugar al golf en una temporada, ni vestiría esmoquin, ni usaría sus flamantes botas de montar. Aunaron recursos, se mudaron a un pequeño apartamento que trataron de adecentar con más optimismo que resultados y allí comenzaron su nueva vida.

Tonio era un emprendedor nato y había decidido que tomaría las riendas de su nueva vida para ofrecerle a Malena todo lo que ella merecía; su deseo de hacerla feliz y de protegerla se convirtieron en su único acicate. Pretendía borrar, a fuerza de amor, toda la decepción y la ira contenida que revoloteaban alrededor de la chica como un aura oscura. Era muy consciente de tener una dura tarea por delante.

Durante un tiempo solo encontró trabajos muy por debajo de sus posibilidades y muy mal pagados, pero al menos le sirvieron para conocer bien su nuevo hábitat y para hacer los contactos que tan útiles le resultarían poco después en sus “negocios”. No en vano tenía conocimientos empresariales y un olfato innato, sin duda heredado de su padre, para las oportunidades. “El universitario”, como muy pronto empezaron a apodarle todos en el barrio, trabajaba muy duro durante el día pero se reservaba las noches para adorar en cuerpo y alma a Malena.

La joven, por su parte, dejó a un lado todos sus “asuntos” e intentó ser la mujer que debía para quien tanto había apostado por ella. También buscó empleos convencionales para aportar dinero en casa, pero siempre se topaba con el mismo escollo: en cuanto sus posibles contratadores la tenían delante, se mostraban mucho más interesados en ponerle las manos encima que en contar con sus servicios como empleada. En el mejor de los casos le proponían simultanear ambas cosas.

Nunca se lo contó a Tonio, por orgullo, pero tampoco aceptó nunca las propuestas de aquellos miserables. Si debía ser así, ella decidiría cuándo, con quién y por cuánto. No la obligarían a cambio de un empleo “decente”. La cruel ironía casi le producía nauseas. Se limitó a decirle que tenía muy mala suerte y que no encontraba nada, lo cual era cierto.

Respecto a sus sentimientos, era obvio que no se había embarcado en aquella historia en igualdad de condiciones con Tonio: uno iba a pecho descubierto y la otra se aferraba a una gruesa coraza. Las penalidades sufridas por Malena y su firme propósito de salir adelante a costa de lo que fuera, no constituían la mejor base para el amor de estreno, cándido y confiado, que Tonio le ofrecía. Bajar la guardia y dejarse llevar por el corazón era un error que podía salirle muy caro, y no estaba dispuesta.

Sin embargo, aunque reconocía abiertamente para sí que aceptó vivir con Tonio como una posible mejora en sus condiciones de vida, pronto descubrió que era muy difícil mantenerse firme en sus interesados propósitos. ¿Quién no se habría ablandado ante aquellos ojos azules que se iluminaban solo con mirarla, aquellos labios llenos y pecosos que la recorrían entera cada noche con devoción y aquellas manos grandes y fuertes cuyo dueño aseguraba que siempre estarían ahí para sostenerla? En ocasiones ella lo observaba dormir tras hacer el amor; mientras apuraba su pitillo, con la vista fija en su rostro tras una nube de humo, trataba de adivinarle intenciones ocultas. Luego recordaba que había renunciado a todo por ella y acariciaba sus relajadas y viriles facciones con algo muy cercano a la ternura.

Así pues conforme las cosas mejoraban poco a poco en el plano económico y su pequeño apartamento empezaba a parecer más un hogar que una pensión roñosa, ella comenzaba a sentir que verdaderamente estaba enamorada de Tonio y que podía corresponderle con sinceridad. Quizás era posible que también a ella le tocara un pedacito de felicidad en esta vida.

Julia C. 

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martes, 8 de diciembre de 2015

Malena es nombre de mujer (III)



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Era un jueves cualquiera por la noche y el “Barrabás” estaba lleno, como casi siempre a aquellas horas. Malena ocupaba su lugar favorito al final de la barra, junto a la columna. Le gustaba sentarse en aquel taburete de madera, con sus largas piernas cruzadas, porque desde allí podía abarcar casi todo el local con la mirada.

Los que la conocían sabían que no debían acercarse sin previa invitación; la chica no se tomaba muy bien que la molestaran. Otra cosa es que se la comieran con los ojos en la distancia o que volaran a ras de sus curvas con la imaginación; después de todo para eso estaba allí. El dueño sabía de sobra que era un buen reclamo y habían llegado a un acuerdo: él le permitía pasar allí el tiempo que quisiera y le daba unos cuartos según hubiera ido la recaudación de caja si ella no era demasiado arisca con los clientes y de vez en cuando les daba conversación. Todo lo que pasara a partir de ahí, si es que pasaba algo, quedaba excluido del trato y era solo asunto de ella.

Desgranar la vida de Malena no es fácil, porque todo en su aspecto contradice lo que siente o incluso lo que era hace tan solo unos meses. No se permite el lujo de llorar, ya se ha quedado sin lágrimas, y no va a dejar que la suerte la tumbe una segunda vez. Ha aprendido la lección por las malas. Ya no querrá a nadie, procurará no necesitar a nadie y no le dará cuentas a nadie de lo que hace. Todo eso se acabó el mismo día en que dejó sus holgados vestidos de flores a un lado y se enfundó la minifalda de cuero y las medias negras. Tenía exactamente diez y ocho años.  

Antes de su “transformación” Malena era una chica tímida e introvertida, no demasiado mala estudiante, que procuraba portarse bien y no ocasionar muchos problemas en casa. Era consciente de que las cosas no iban bien entre sus padres y ella no quería añadir más leña al fuego, así que hacía todo lo que estaba en su mano por contribuir a la estabilidad del hogar. En aquel barrio todos tenían problemas económicos y salían adelante como podían, no era nada nuevo, pero ver a sus padres pelear por todo, eso sí que la llenaba de desazón. No entendía qué había cambiado entre ellos ni por qué ahora todo eran silencios tensos o gritos destemplados.


El caso es que una noche, para sorpresa de su hija, se dispusieron para salir juntos a cenar. Ella se había maquillado y se había calzado sus únicos zapatos de piel y él le abrió galantemente la puerta del coche. Malena estaba muy ilusionada con la reconciliación y les deseó que lo pasaran muy bien. Nunca habría adivinado que no volvería a verlos con vida.

Las causas del terrible accidente que los arrancó para siempre de su lado no estaban claras. Tuvo lugar en una carretera apartada que no estaba camino a ninguno de los restaurantes que ella conocía y no se supo de más vehículos implicados. El no comprender qué había pasado, sumado a su infinito dolor, la destrozó por completo.

Nadie de la familia quiso hacerse cargo de una niña de diez y seis años que no había heredado nada y que no suponía más que una boca extra que alimentar, así que decidieron mandarla a vivir con su abuela, que no estaba en condiciones de oponerse. Era una buena solución teniendo en cuenta que así resolvían el problema de Malena y de paso descargaban en ella la responsabilidad del cuidado de la deteriorada anciana.

En las pocas ocasiones en que Berta estaba lúcida, que así se llamaba la abuela de Malena, era cariñosa y paciente con ella, trataba de compensarla por todo lo que estaba sufriendo. El resto de las veces la chica se apañaba como podía con una vida y una responsabilidad que nunca debieron haber sido las suyas. Así fue cómo su carácter dulce y confiado fue cambiando, su enfado con el mundo haciéndose auténtica tormenta y su esperanza de una vida amable, evaporándose.

Apenas volvió a tener noticias de sus tíos hasta el momento en que, algunos meses después y casi recién cumplidos los diez y ocho, su abuela falleció. Entonces sí acudieron todos como lobos hambrientos para comunicarle que iban a vender la casa de Berta y que debía abandonarla. Al fin y al cabo ya era mayor de edad, ¿no? Era tiempo de que se buscara la vida ella sola.

Y en esas estaba cuando vio entrar por la puerta del “Barrabás” a aquel tropel de jóvenes risueños capitaneados por Tonio…

Julia C. 

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viernes, 4 de diciembre de 2015

Malena es nombre de mujer (II)



(Si quieres leer el comienzo de esta historia pincha aquí)

 
Tonio no siempre fue un “macarra”, suponiendo que ahora sus negocios, más bien turbios, le hiciesen merecer ese nombre con más propiedad que otros. En absoluto. El antes era un “niño bien”.

No creo equivocarme si digo que a todos nos produce cierto morbo saber cómo y cuándo alguien perdió una partida definitiva contra la vida, una de ésas que cambian el rumbo de tu destino y hacen que te tengas que olvidar de quién eras para aprender a ser otra cosa. En el caso de Tonio eso sucedió, precisamente, el día en que conoció a Malena…

El muchacho y su pandilla no solían frecuentar aquel garito de mala muerte, pero en aquella ocasión celebraban el fin de los exámenes trimestrales y se dejaron caer por unos cuantos antros, incluido el “Barrabás”. En esos sitios el alcohol era más barato y las asignaciones paternas daban mucho más de sí.

Malena y él eran muy jóvenes entonces. El brillaba por méritos propios como un prometedor estudiante universitario de familia acomodada. De hecho ya apuntaba maneras para ser digno sucesor de su padre, un exitoso hombre de negocios. Ella, en cambio, era una chica enfadada con el mundo que retaba a la mala suerte a cada paso (eso sí, eran pasos dados con finos tacones de aguja y acompasado vaivén de caderas). Lo cierto es que arrastraba tras de sí una historia triste y difícil y Tonio supo, a primer golpe de vista, vislumbrar su fragilidad. No le importaba lo espectacular de la fachada que ella se esforzaba en mostrar como escudo ni cómo trataba de sacudirse los miedos a golpe de melena. El se enamoró al instante que lo que adivinaba detrás de todo eso.

El acercamiento no fue fácil porque Malena acababa de sufrir un fuerte revés en su vida y se hallaba perdida por completo, pero la paciencia y el afecto de él actuaron como un bálsamo sanador y al fin cedió a sus pretensiones de convertirse en su pareja. A ojos de Tonio no había más escollo que salvar que merecer el amor de ella, pero sus padres no estuvieron de acuerdo en absoluto.

¿No comprendes que esa chica no es para ti? Pertenece a una clase social muy inferior, no es la mujer que necesitas a tu lado para triunfar. Acabarás por avergonzarte de ella le diría hasta la saciedad su madre.

Es solo una muerta de hambre con buena vista y cara bonita que ha encontrado en ti su oportunidad para cambiar de vida. Hijo, no puedes estar tan ciego que no lo veas. Diviértete discretamente con ella si quieres, pero no te atrevas a pretender que sea de la familia trataría de convencerle su padre.

Pero Tonio era un muchacho idealista y enamorado que no estaba dispuesto a ceder y que sufría con los desplantes que sus progenitores hacían a Malena en cada ocasión. Al final, herido en su propio orgullo al ver despreciado aquello que más quería, tomó una drástica decisión. Abandonó la universidad, su casa y la vida de comodidades a la que estaba acostumbrado y se fue a vivir con su chica. A partir de ese momento, como su padre le dejó muy claro, podía considerarse desheredado y tendría que salir adelante por sus propios medios.

Así fue como Tonio llegó al barrio. Ahora estaba en igualdad de condiciones con Malena: ninguno de los dos tenía nada. Sonrió para sus adentros pensando que a buen seguro no era ese el tipo de igualdad que pretendían sus padres.

Julia C. 

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Fecha 04-dic-2015 11:10 UTC
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