lunes, 30 de noviembre de 2015

Mitología casera



Me miró con sus increíbles ojos pardos orlados de pestañas larguísimas, casi tanto como larga era su inocencia. Los tenía abiertos de par en par.

Eso no existe.
Ya lo creo que sí, y más vale que no lo digas muy alto.
¡Pero si es que no existe!
Como tú quieras.

Y seguí enjabonando platos en ese fregadero antiguo que me queda bajo y que me hace polvo la espalda. Ya no le prestaba atención en apariencia, pero le miraba de reojo. Sé que sentía una curiosidad loca y eso me divertía.

¿Por qué no debo decir que no existen?
¿El qué, cariño?
Pues de lo que hablábamos, ¡¡los pollos de agua!!
Ah, bueno, ellos son capaces de oír a muchos kilómetros de distancia y tienen mal genio, pero es que además es posible que haya alguno muy cerca, en la nevera. Creo que la abuela quería daros una sorpresa el domingo para comer.

Sé que su cerebro funcionaba a toda pastilla para encajar la noticia. Después de todo, igual podía ver un pollo de agua con sus propios ojos. Curiosidad y miedo a partes iguales, que para algo era un niño.

¿Y se comen?
Si te gustan, claro. Aunque como nunca mueren del todo, es difícil que se queden quietos en el plato. Ensucian de salsa todo el mantel, pero es divertido. De vez en cuando merece la pena y si la abuela se molesta en serviros uno, más vale que le deis las gracias debidamente.
Eso es imposible...

Bajó la cabeza para mirarse los zapatos y creo que buscaba alguna referencia previa donde esa información pudiera tener algún sentido. Yo le dejaba pensar, porque de eso se trataba al fin y al cabo.

Entonces si abro la nevera y hay uno...
Claro, podría saltarte encima. De todos modos creo que con el frío se adormecen. ¿Abrimos?
No, no. Ahora no.
Vale, como quieras.
¿Y cómo son?
Ya te lo dije, mitad caballito de mar, mitad pollo. Qué parte es la que va arriba y cuál abajo, no lo recuerdo. ¿Tú qué crees?
Por abajo la parte de caballito de mar, ¿no?
Puede ser. 
Y los pollos ésos ¿nadan o andan?
Las dos cosas, y también vuelan. Por eso son tan interesantes las carreras de pollos de agua.
¿Qué carreras?
¿Es que no ves las noticias...? 

Y negué con la cabeza como si fuera una falta terrible no ver los informativos a su edad. El jugaba nerviosamente con el botón metálico de su chaqueta vaquera y si no salía humo de su cabecita es sencillamente porque esas cosas no pasan.

Discurrió por fin su nueva pregunta y la hizo con adorable candidez.

Y gana el que llega antes, ¿no?
Bueno, es que esas carreras se hacen en el mar y como es tan grande y ellos tan desordenados, casi nunca llega ninguno a la meta. Algunos se pierden y otros echan a volar a medio camino. Así no hay forma de saber quién gana.
¡Te lo estás inventando!, me espetó al borde del enfado.
Vaya, para ser tan pequeño crees que lo sabes todo.
No, pero....

Había terminado de fregar y me secaba las manos mirándomelas con atención, como si estuviera concentrada en algo importante, solo para alargar el silencio. Después me puse en jarras y le miré directamente a él.

Bueno, si no me crees podemos abrir la nevera y mirar, pero yo paso de ponerme delante que ya sabes que me dan miedo los animales.
No, no hace falta, te creo, pero no puedo verlo ahora. ¡Es que tengo q irme!

Y giró sobre sus talones más bien corriendo que andando, pasillo adelante.

Hubo muchas más conversaciones acerca de estos animales y a todos mis sobrinos les conté, a la debida edad, cuentos acerca de ellos, improvisando siempre nuevas e increíbles características. Los demás, ya más mayores, me seguían el juego con complicidad. Un día incluso nos sentamos todos a dibujar nuestra versión de cómo sería un auténtico pollo de agua que se preciara de existir.

Qué pena que la niñez y la capacidad de creer que existen éstas y muchas otras cosas que inventé para ellos, se acaben...

Julia C.

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Fecha 30-nov-2015 20:36 UTC
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jueves, 26 de noviembre de 2015

Malena es nombre de mujer (I)

Malena-mujer


Le hablaba mirándole a los ojos fijamente. Quería estar segura de que no había confusiones.

─No pretendas hacerme creer que me quieres, yo paso de esas estupideces. Además no hace falta, sé que solo me deseas. Yo a ti tampoco te quiero, que te quede claro. Pero te necesito. ¿Hay trato?

Malena estaba acostumbrada a hacer transacciones con su cuerpo como moneda de cambio. Ella no pensaba que tuviera otra cosa que ofrecer cuando quería algo, y si no hubiese sido porque realmente tenía talento para el engaño y el arte de sobrevivir, sin duda habría acabado siendo una prostituta más del montón.

Hubo trato, por supuesto que lo hubo, y se dejó besar y acariciar bajo la falda por aquel bruto que no tenía ni la más mínima idea de cómo complacer a una mujer. Ni era la primera vez ni fue para tanto: la suerte estaba de su lado y él terminó en un santiamén. Apenas pudo escuchar dos canciones completas en su ipod nuevo y cuando se quitó los auriculares de los oídos, con la espalda apoyada contra la sucia pared y las bragas por los tobillos, no pudo evitar sentir una pizca de compasión por él.

En el fondo Saúl no era mal tipo, solo un poco “lento de pensamiento”, como eufemísticamente decía su madre. Eso le convertía en una masa de músculo fácilmente manipulable que no tenía más empeño que cumplir lo mejor posible las órdenes de su jefe, Tonio. No se cuestionaba nada y no hacía preguntas, solo quería su sueldo a final de mes y una palmadita en la espalda de vez en cuando. Sin duda había sido un buen fichaje para la banda. Malena le conocía del barrio de toda la vida, no como a Tonio, que había empezado a formar parte de su vida mucho después y de forma muy diferente.

La chica trabajaba sola hacía tiempo; ya se había cansado de que tipos con menos cerebro que ella trataran de gobernarla, aunque puntualmente buscaba socios para sus trapicheos, timos y chanchullos. En esta ocasión su compinche no había resultado ser trigo limpio y necesitaba enviarle un aviso envuelto en un poco de fuerza bruta. Era un trabajo perfecto para Saúl.

─Solo tienes que asustarle, ¿de acuerdo? ─le explicaba al hombretón mientras se recomponía la ropa y buscaba en su bolso un papelito con la dirección─ Me debe dinero y cree que puede dejar de pagarme porque no soy un tío, pero se equivoca ─el brillo de sus ojos reflejaba verdadera furia. La habían herido en su orgullo y eso era mal asunto tratándose de Malena─.

─¿Y Tonio? Si se entera de que hago trabajos para ti... Además ese tipo es su colega en un “business”

─No es preciso que se entere. Además el trabajo solo te va a llevar un rato, te lo prometo ─dijo tratando de acallar sus débiles protestas en un tono de voz inesperadamente mimoso─. Tu jefe a sus asuntos y yo a los míos; no querrás que el pavo éste se vaya de rositas después de lo que me ha hecho, por muy colega de Tonio que sea, ¿verdad?

Lo cierto es que Malena no le tenía ningún miedo a Tonio. Sabía de sobra que seguía siendo su debilidad y que por muy duro que se mostrara con sus hombres, bastaba que ella hiciera aletear las pestañas de sus inmensos ojos verdes para desarmarlo. Si se enteraba y se enfadaba, ella lo arreglaría como lo había hecho siempre, ofreciéndole por un rato aquel cuerpazo de infarto y la ilusión de que volvía a ser suya.

Suerte que ya  había aprendido cómo mantener a salvo su corazón.

Julia C. 

Para leer la continuación pincha aquí

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Fecha 26-nov-2015 11:11 UTC
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sábado, 21 de noviembre de 2015

¿Rezongamos juntos?

rezongando


Hoy estoy rezongona (qué palabra tan bonita, ¿verdad?) y aprovechando que es sábado y que muy poca gente leerá este post, me voy a dar el gustazo de despotricar un poco sobre determinadas “tipologías” de usuarios en Google+.

Sé de buena tinta que sienta muy bien, así que si te animas a participar y dejas en los comentarios cosas que a ti también te molesten, lo mismo nos sirve como terapia de grupo, ji, ji.

¡Vamos allá!

- Me molesta la gente que te ronda, te lee y te adula hasta que te haces seguidor de ellos, en cuyo preciso momento proceden a dejar de leerte para dedicarse a la caza de un nuevo seguidor. Claro, ya comprendo que el tiempo no da para todo, pero se les ve el plumero.

- Me molesta la gente que pone +1 sin haber leído el texto. Lo considero una falta de honestidad y un burdo intento de aparentar lo que no es. ¿Qué necesidad hay? Mucho peor si encima comentan y meten la pata. Insisto, no es obligatorio ni leer ni comentar, no pasa nada si no lo lees todo, pero no des +1 a tontas y a locas.

- Me molesta la gente que contesta a los comentarios de su blog con larguísmas y cuidadas explicaciones, pero que cuando comenta en el blog de otros, apenas escribe una triste e insulsa frase que para colmo de males suele repetirse con cierta frecuencia. ¡Un poco de garbo, les diría yo a ésos, que sabemos que lo puedes hacer mejor!

- Me molesta la gente que no contesta a los comentarios que se dejan en su blog (confieso que es por poco tiempo la molestia, porque dejo de comentarles y eso que me ahorro) o que no agradecen siquiera con un simple +1 que hayas compartido su texto. Una vez lo considero despiste, por sistema, una penosa costumbre.

- Me molesta la gente que publica casi a diario en una Comunidad pero que jamás lee ni participa en los blogs de los demás. Hay que ser muuuuuy bueno para darse ese lujo, y yo procuro no alimentar egos empachados (ya os he dicho que hoy estaba rezongona).

En fin, creo que hasta aquí he llegado. Quizás yo sea “rarita”, casi seguro, pero no puedo evitar que estas cosas me molesten. Ahora un par de respiraciones profundas y como nueva, que es finde.

¿Te animas tú también a rezongar por algo?

Julia C.

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Fecha 21-nov-2015 14:20 UTC
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martes, 17 de noviembre de 2015

Tornillos de menos

tornillos-de-menos



No es que quiera estar dormida, pero preferiría no estar despierta...

 Sí, ya sé que la inconformidad absurda de mis caprichos no conduce a nada, pero es lo que siento. Después de todo dicen que el sueño todo lo cura, ¿o eso es lo que decían de la risa? Porque si es así no estoy dispuesta a reír durante horas. En cambio dormir… eso es otra cosa.

Por cierto, aprovecho para decirte que no podemos seguir así, que tenemos que dejarlo, que no quiero verte más... salvo que tú vengas a verme. Y no voy a ceder en eso, faltaría más, excepto que me lo pidas. Ya ves, desde hoy he decidido ser otra persona, una mujer más a tu medida, que te haga feliz: segura y fiable. Pero si no te parece bien, lo olvido.

No, no me mires así, que no estoy loca. ¿O sí? Solo porque hablo sola, solo porque imagino lo que no soy capaz de decirte y luego me llevo la contraria (la verdad es que temo que lo hayas oído incluso sin estar presente), solo porque debería odiarte pero no puedo vivir sin ti, no me parecen motivos suficientes. ¡Pues no haber aparecido en mi vida!

¿Te he dicho que voy a dejar el trabajo? Es que necesito estar ocupada para superar esta crisis. No, no me valen unas vacaciones, se terminarían antes o después y no sé cuánto puede durar esto. Quizás vuelva a casa de mis padres, discutir con él de política y exasperarla a ella con mis rarezas, siempre puede ser una buena terapia para mis maltrechos nervios.

Lo malo será que mis amigos quieran ayudarme en estos momentos difíciles, ya sabes cómo son. Voy a tener que decirles que no abusen de nuestra amistad, ¡ahora no estoy para nadie! Compañía, palabras amables, distracciones, cariño… pufff me echo a temblar solo de pensarlo. Yo lo que quiero es tener motivos para quejarme.

En fin, lo que te decía, que no es que quiera estar dormida, pero preferiría no estar despierta…

Julia C.

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Fecha 17-nov-2015 12:05 UTC
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lunes, 16 de noviembre de 2015

Tag escrito a mano



A lo mejor os estáis preguntando lo mismo que yo cuando oí esa palabra por primera vez... ¿y qué es un tag? Pues según he podido saber se trata, en este contexto, de un pequeño cuestionario.

Chelo, de la estupenda bitácora "El blog de Chelo", tuvo a bien invitarme a contestar éste que al parecer ideó o inició en su momento Arethusa Rococó (confieso que no tengo el placer de conocer a esta usuaria). La peculiaridad de este tag que a continuación os muestro es que debe cumplimentarse a mano.

Váis a ver que no me ha quedado muy allá, y no ha sido ni por falta de interés ni porque no lo haya repetido varias veces. Sencillamente parece que soy incapaz de no equivocarme en algunas letras por más que lo intente. En fin, como suele decirse, son los “problemas del directo”, que escribiendo a mano no hay edición posible.

Me ha parecido un “juego” divertido y original, así que he participado encantada. Gracias por darme la oportunidad, Chelo.

¡Nos leemos!

Julia C. 


viernes, 13 de noviembre de 2015

Cien palabras y una historia (I)



Microrrelatos de cien palabras máximo, presentados a concurso, que deben comenzar forzosamente con la frase señalada en azul.


EL ARMA DEL CRIMEN

El puñetero ojo de la cerradura parecía sellado sin solución, lo cual era más que extraño dado que esa puerta siempre permanecía abierta. De cualquier modo tenía que entrar si quería salvar la vida de su tío.

Forcejeó con la crujiente madera, tironeó del picaporte, trató de introducir un abrecartas a través de la silicona y por último, en un ataque de impotencia, la emprendió a patadas con la inamovible puerta.

Cuando la policía dictaminó que se trataba de un asesinato él preguntó incrédulo “¿Y el arma del crimen? Fue un simple ataque de asma”

“Un tapón de silicona”, señor mío, le contestó convencido el inspector.





PENSAMIENTOS DE CERA

Y cómo es que nunca le cambiaron el bombín si tantas veces él había cambiado de cabeza. Bueno, no literalmente de cabeza, pero sí de forma de pensar respecto a todo. Le hubiera gustado que eso se hubiera tenido en cuenta y que se hubiera reflejado siquiera en el cambio de color de su más característico complemento.

Qué injusto, la figura de cera más antigua del museo y nadie entendía su lenguaje. Con los esfuerzos que hacía él por mantenerse actualizado y abrirse a las nuevas corrientes de pensamiento, con lo que le costaba formarse una opinión sobre los aconteceres del exterior a lo largo de su estática existencia…




DECIR “NO”

Vuelven a ser invisibles las profundas arrugas alrededor de tus ojos. El está de nuevo en tu vida y ha hecho desaparecer la tristeza del otoño, lo gris del cielo, las lágrimas que mojaban tu almohada.

Piensas que ahora todo será perfecto, esta vez sí, para siempre, y vuelves a abrirle las puertas de tu casa y de tu corazón. El sabe bien lo que debe hacer y decir para lograr tu perdón.

Pero no te engañes, es una ilusión con los días contados. Sigue siendo el ser mezquino que te convertirá de nuevo en víctima.

Aún no es tarde, ¡aprende a decir “no”!



Julia C. 

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Fecha 13-nov-2015 16:36 UTC
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miércoles, 11 de noviembre de 2015

El Congreso

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No sabían muy bien qué nombre darle, así que al final lo llamaron “El Congreso”. Sería un evento a nivel nacional de suma importancia y ya desde hacía semanas la prensa de muchos países estaba pendiente de la noticia. No creemos en milagros en el siglo XXI, pero el caso es que nadie sabía explicar lo que había sucedido y sobre todo nadie encontraba ni un solo motivo para invalidar la lista por falsa. Cada comprobación, cada paso sugerido por el documento, conducía a un nuevo caso de éxito. Todos ellos se darían a conocer en El Congreso.

Sucedió el día de Reyes de 2014, como si se tratase de un regalo de sus mismísimas majestades los Reyes Magos de Oriente. El caso es que a los pies del belén que engalanaba la plaza de un pequeño pueblo andaluz, apareció esa mañana, como por arte de magia, una gruesa carpeta de cuero. El vecino que la encontró, honrado por demás, no quiso ni abrirla y la llevó directamente al alcalde. Por su aspecto parecía algo importante y consideró que nadie mejor que Ramón para hacerse cargo del asunto.

Reunidos de manera informal el mismo alcalde y algunos de sus concejales, que eran también sus amigos, hicieron los honores. Descubrieron estupefactos que la lista contenía una enorme cantidad de nombres, bebés robados como sabrían al poco, y toda la información necesaria para localizar a sus verdaderas madres. Ramón no tuvo dudas de que la información era veraz: él mismo había sido uno de esos bebés.

Ahora, después de todo un año de duro trabajo por parte de las autoridades y asociaciones colaboradoras, por fin iban a reunirse de nuevo tantas familias separadas muchos años atrás. Todo estaba preparado para el Congreso más emotivo de la historia…

Julia C.


Este relato ha recibido el tercer premio en la convocatoria “Noticias con un final alternativo” de la Comunidad “Edupsique: Narrativas Multiformes”


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Fecha 11-nov-2015 9:15 UTC
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domingo, 8 de noviembre de 2015

Croac, croac...



Croac, croac… y así hasta seis veces, una por cada “ranita lectora” de las que me han regalado.

Este es un premio de los que a mí me gustan: ideado por una compañera a quien admiro y aprecio, en español, con un significado entrañable y sin más normas que las que dicte el corazón. ¡No se puede pedir más!



En este caso el premio es una creación de Rosa Berros Canuria, administradora del magnífico blog "Cuéntame una historia". Con la ayuda de su hijo ha compuesto el logo protagonizado por una ranita que lee. ¿Verdad que es una monada?

En palabras de la propia Rosa solo hay una premisa a observar con el premio, y es que “debe ser dado de corazón, a blogs que realmente se consideren amigos. Puede ser uno, o pueden ser cientos. Ni siquiera hay que avisarles porque ellos se enterarán, y se darán por enterados, o no, según prefieran. Y no importa dárselo a alguien que ya lo tiene, porque cuantos más se reciben es que más amigos se tienen".  

Así pues yo, con ayuda de algunos amigos, he empezado a poblar mi charca de ranitas. Ellos son:

- Chelo y su blog “El blog de Chelo”.
- Kirke y su blog “Leer, el remedio del alma”
- Oscar Ryan y su blog “Mi pequeña biblioteca”
- Francisco Moroz y su blog “Abrazo de libro”
- María Campra Peláez y su blog “Escritora mamá”
- Chari BR7 y su blog “La voz de las olas”

¡Un millón de gracias a tod@s! Sois la razón por la que siempre digo que al llegar “aquí” encontré mucho más de lo que nunca hubiera podido imaginar: Buenos compañeros, personas cordiales y generosas, estupendos escritores, seres humanos solidarios. Estoy feliz de recibir vuestras ranitas y prometo cuidarlas como merecen.

Y ahora es el turno de que yo también anime la charca de algunos compañeros. Podrían ser muchos porque realmente son muchos los blogs que sigo y que sin duda lo merecen, pero procuraré no extenderme demasiado.

Hace poco leí un post en el que se decía algo así como que esto de los premios era puro “peloteo” y que solo se concedían con la esperanza de que luego te llegaran de vuelta. En absoluto estoy de acuerdo, no creo que ése sea el espíritu con el que la mayoría de nosotros hacemos las nominaciones, pero en esta ocasión le voy a dar la razón en lo de los premios de ida y vuelta, porque aunque sea de modo honorífico (por no caer en el bucle eterno del que hablaba Kirke en su post) no puedo dejar de ser fiel al espíritu de este premio y reenviárselo a las mismas personas que me nominaron a mí.

Se trata de blogs que me emocionan, me enseñan, me entretienen o me hacen pensar; y desde luego que aprecio sinceramente a sus administradores, así que ¡ranitas de vuelta para vosotros!.

Además me gustaría que la recibieran también

- Mila Gómez y su blog “Encuentros”
- Suni Mocholi y su blog “Suni Mocholí Roselló”
- Hada Rac Mar y su blog “Relatos de Hada”
- Mº Paz “Fer” y su blog “A boca de jarro”
- Carmen Pinedo y su blog “Carmen Pinedo Herrero”
- Carmen Forján y su blog “Carmen y amig@s”
- Flora Rodríguez y su blog “Entrealtibajos”
- Alicia González y su blog “Mi TópicaAtípica”
- Irene G. y su blog “La Quimera”

Y hasta aquí el croar de estas ranas. Enhorabuena a todos los nominados, a los que sinceramente admiro y agradezco que “estén”, y un fuerte abrazo para todos.

¡¡Nos leemos!!

Julia C.

viernes, 6 de noviembre de 2015

Deseos inconfesables

deseos-inconfesables



Parece sórdido. Dos adultos con ganas atrasadas comiéndose a besos en un coche. Es una tarde cualquiera.

La lluvia queda fuera; con su repiqueteo pone la banda sonora a una escena de puro deseo. El vaho que se va formando a este lado de los cristales es el cómplice perfecto, los mantiene casi a salvo de miradas indiscretas.

Tras el velo de sus párpados cerrados percibe un cambio en la luz. Está ocupada tratando de obviar el estorbo de la ropa y no le interesa nada más, pero los faros rojos del coche que pretende aparcar delante la desconcentran unos instantes. Nunca ha tenido afán exhibicionista, prefiere la intimidad de una puerta cerrada y dos mentes abiertas, pero en estos momentos todo le importa poco y continúa a lo suyo, incluso le excita pensar que el recién llegado esté observando por el retrovisor.

Sabe que no es el sitio adecuado, o debería saberlo, pero nada puede hacer porque sí es el momento preciso. Su cordura huyó junto a alguno de los jadeos salidos de su boca y no acierta a detener el avance de esa mano que escala posiciones por su rodilla arriba. Es más, juega a retarla tentadora con una leve separación de sus muslos. Confía estúpidamente en que él sabrá poner límites. Se equivoca.

Por alguna razón un click en su cerebro saturado de hormonas la trae de vuelta a la realidad. No recuerda haber visto salir del coche al conductor inoportuno. Quizás siga ahí, quizás intuya lo que no puede ver y esté excitado. Piensa que sería morboso compartir con él el orgasmo que ella sabe ya inevitable y ese pensamiento termina de catapultarla a unos instantes de placer salvaje. Es consciente de estar muy mojada. Se le ocurre que podría lubricar ella sola cien orgasmos como el que acaba de tener. 

La marea de besos, caricias y gemidos va retrocediendo sensatez adentro. Mientras se recompone la ropa murmura algunas cosas tiernas que en realidad no siente pero que cree que su acompañante necesita. Y antes de que sobrevenga el silencio, una puerta de coche que se cierra con brusquedad hace añicos el momento. Es el voyeur, ahora sabe de cierto que lo es, saliendo de su coche. Lo hace con lentitud, se demora sin necesidad y mira hacia atrás mientras gira la llave en la cerradura, como si fuera inmune al agua que cae del cielo. No trata de ser discreto, les mira seductoramente y sonríe. 

Ella también sonríe; en la boca del estómago le baila la sensación de querer seguirle bajo la lluvia adonde quiera que vaya…

Julia C.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

Mi dentista y yo



A casi nadie le gusta ir al dentista; pero a mí sí, porque a mí me gusta él.

Es un tipo de edad mediana, voz acariciadora y piel ligeramente bronceada en cualquier época del año. No es demasiado hablador, pero me saluda cordialmente mientras tiende la mano hacia mí y siempre responde con amabilidad a las cuestiones de índole profesional que se le plantean. Además me explica qué me va a hacer y por qué (en la boca, quiero decir, por su trabajo). Muy considerado, la verdad.

No tengo ni idea de la razón, pero desde el primer día me llamó “Yulia” en lugar de Julia, y yo nunca le he corregido. En sus labios no me suena raro, y eso que yo soy un poco maniática para lo de los nombres, especialmente el mío.

No me había parecido que tuviera los ojos especialmente bonitos, pero cuando se puso la mascarilla por primera vez y se aproximó, no me quedó más remedio que fijarme. Son cálidos, color avellana con destellos dorados según la luz. Mira con curiosidad, a veces frunciendo el ceño a veces levantando la ceja, pero no me mira a mí, sino a mi boca. En otro contexto quizás eso hubiera resultado interesante, pero no tratándose de la consulta del dentista. ¡Una pena! Aprovechando que no me presta atención le llevo la cuenta de las arruguitas del rostro (siempre me han seducido los hombres que lucen la experiencia escrita en la piel) y le invento un pasado basándome en el montón de títulos que adornan la pared de la sala de espera.

De él ni siquiera me molesta que me toque con guantes, todo lo contrario; será quizás porque el látex y yo tenemos nuestro feeling. El olor discreto pero seductor de su colonia junto con la tibieza de sus manos, aún a través de los guantes, es mejor que cualquier anestesia que pueda suministrarme. Además, a nadie más que a los aburridos les puede desagradar un poco de dolor, ¿verdad? Cuando me dice que soy una excelente paciente en ese sentido me dan ganas de contarle algunas cositas, pero no lo veo prudente.

Con él trabaja la “señorita Amalia”, como la llama siempre que se dirige a ella. A veces los observo en su trajinar a mi alrededor, por si pudiera descubrir alguna complicidad especial, pero no parece que tengan más que una relación de trabajo. Eso está bien, ella, aunque diligente y muy capaz, es demasiado joven. Además no me los imagino juntos del brazo, tan menuda y pizpireta la señorita Amalia y él con ese no-sé-qué de seguridad innata y su sombrero. Sí, sé que usa sombrero porque alguna vez me lo he cruzado por la calle, ¡completamente irresistible!

El caso es que el otro día, revisando mi agenda, me llevé una gran alegría: ¡tocaba limpieza y revisión! Una nueva cita que eficiente nos concertó la señorita Amalia.

Todo fue muy bien. Por el evidente apresto y suave crepitar del tejido me pareció que estrenaba bata, y había cambiado el verde de las mascarillas de siempre por lavanda. Detalles muy románticos ambos que alimentaron mi esperanza.

La sesión duró algo menos de lo que me hubiera gustado, y aunque el impertinente torno en mi boca abierta no facilitó precisamente la conversación, me pidió que volviera la semana siguiente con la excusa de una incipiente caries. Me sentí feliz y hubiera querido mostrarle la sonrisa que había estado ensayando durante toda la semana, pero se me calaban los dientes y no me sentí segura, así que lo dejé correr. Ya habría mejor ocasión.

Se despidió de mí y me dejó a solas con la señorita Amalia, que es la que se encarga, entre otras muchas cosas, de los abonos.

Cuando fui a firmar el recibito de la Visa y me percaté de que la limpieza había subido considerablemente; decidí ipsofacto que era hora de poner punto y final a ese romance que tanto daño podía hacer en mi matrimonio.

Tenemos que ser fuertes, no volveremos a vernos más.

Julia C.

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lunes, 2 de noviembre de 2015

Dora y la muñeca

Dora-muñeca


Ya en cierta ocasión, siendo aún muy joven, su madre le advirtió: con tu carácter las mujeres harán de ti lo que quieran. Y es que Tobías era un muchacho tranquilo y paciente, sin muchas aspiraciones en la vida e incapaz de levantar la voz a nadie, por más que le provocaran. Ante los conflictos él siempre agachaba la cabeza y dejaba de lado el asunto, fuera el que fuera, sin esfuerzo alguno.

Cuando conoció a Dora contaba ya con veintisiete años y era todo un maestro como fabricante de muñecas y otros juguetes de madera. Tenía el porvenir resuelto, había heredado la casa de sus padres y no era mal parecido. Ella puso los ojos en él y al instante le colocó el cartel de “esposo”. El, por supuesto, no tuvo nada que objetar.

Los inicios de esta nueva pareja fueron tan dulces como cabría esperar y se prometían un futuro halagüeño que en todo se iba cumpliendo, excepto en la llegada de los hijos. Tobías, a uso y costumbre, lo aceptó sin más; pero para Dora constituyó una gran frustración difícil de soslayar. Fue así que su carácter se fue agriando y las facciones de su semblante se endurecieron. Culpó de su desgracia a Tobías desde el primer momento y no hubo forma de consolarla ni hacerla entrar en razón. Ella provenía de una familia numerosa y todas sus hermanas tenían muchos hijos: ¡la culpa era de Tobías!

Poco a poco dejó de salir de casa y dedicaba la mayor parte de su tiempo a elaborar dulces y pasteles que después comía con fruición. Ganó mucho peso, no atendía sus faenas, dejó de visitar a sus amigas y hermanas y no se interesaba por nada. Lo único que verdaderamente parecía sacarla de su apatía era gritarle al pobre Tobías, con o sin motivo. Generalmente sin él. El resignado artesano trataba de no tenérselo en cuenta y se refugiaba en su trabajo. Cuanto más desgraciado era más hermosas y elaboradas eran sus creaciones y más horas les dedicaba.

Una noche, bien entrado el invierno en el calendario y en sus vidas, se formó una gran tormenta sobre el pueblo. Para terror de todos electrificó el aire y decoró el cielo con temibles rugidos luminosos. Sucedió además que Dora, en plena sintonía con la tormenta y como alentada por ella, comenzó a descargar a la par su ira sobre Tobías.

Las cosas no tendrían por qué haber sido diferentes a otras ocasiones, pero he aquí que él también alcanzó un límite desconocido de desesperación por el infierno en que se había convertido su vida. Puede que se debiera a la tormenta, puede que no, pero por primera vez sintió odio y desprecio en su corazón y lo materializó en un único pensamiento dirigido a su esposa: ojalá fueras de madera y nunca más volvieras a hablar.

Apenas lo hubo pensado la mujer cayó al suelo convertida en una grotesca muñeca. No era como sus otros trabajos que traslucían en sus formas y en sus rostros todo el amor que depositaba en ellos, sino que era de facciones cadavéricas mirada maligna.

Horrorizado y sin querer comprender lo que había sucedido en realidad, recogió del suelo la espantosa muñeca y la arrojó tembloroso al fuego. Al instante el crepitar de las llamas se tornó en gritos desesperados y llantos de mujer. Fue demasiado para él, salió de la casa y se entregó sin reservas a la noche, a la lluvia y a la tormenta. Quizás así pudiera recibir su castigo y expiar su pecado.

A la mañana siguiente dos de sus convecinos lo encontraron ardiendo de fiebre y empapado en un lodazal del camino. Lo llevaron a su casa, lo acomodaron en el lecho con ropas secas y se fueron a sus quehaceres. Dora no estaba, y les extrañó, pero no tanto como ver aquella espantosa muñeca de madera que parecía vigilarles sentada sobre el alfeizar de la ventana…

Julia C. 

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Fecha 02-nov-2015 10:21 UTC
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